Jorge Freire, el filósofo que asegura que los estoicos dieron con la fórmula de la felicidad: “Nuestra atención está en jaque”


El estoicismo, una de las corrientes filosóficas más antiguas, ha experimentado un resurgir en los últimos años. Lejos de quedarse en los libros de historia, esta escuela de pensamiento ha encontrado un nuevo público en la era moderna, en un mundo marcado por la incertidumbre, el estrés y la hiperconectividad.

Jorge Freire, filósofo y ensayista, ha explorado a fondo las enseñanzas de Séneca, Epicteto y Marco Aurelio para demostrar cómo sus reflexiones siguen siendo hoy más relevantes que nunca.

En su libro Felices como estoicos (Roca Editorial), Freire recopila los textos más representativos de estos pensadores y muestra cómo sus principios pueden guiarnos hacia una vida más plena y equilibrada. Con un enfoque accesible y práctico, el autor reivindica la vigencia del estoicismo en un mundo donde la atención está constantemente amenazada por la sobrecarga de información y la inmediatez digital.

Los estoicos concebían la felicidad como un estado de serenidad interior que se alcanza a través del autocontrol y la razón. Según Jorge Freire, la esencia de esta filosofía radica en aceptar aquello que no podemos cambiar y centrarnos en lo que sí está en nuestras manos.

Freire enfatiza que uno de los pilares del estoicismo es aprender a vivir en el aquí y ahora. “Quien vive consagrado a la actualidad se da cuenta al final de que el tiempo se le escurre entre los dedos”, explica el filósofo, señalando que las redes sociales y la hiperconectividad han debilitado nuestra capacidad de atención y disfrute del presente.

Inspirado en las enseñanzas de Séneca, Freire subraya que la felicidad no depende de circunstancias externas, sino de cómo las afrontamos. “La felicidad solo está en uno mismo. Buscarla fuera no tiene sentido, es mejor forjar y acrisolar el carácter”, sostiene el filósofo.

Para los estoicos, el verdadero sabio no es aquel que acumula conocimientos, sino quien sabe vivir bien. Freire lo resume de forma clara: “El estoicismo nos enseña a dominarnos a nosotros mismos y a forjar nuestro propio carácter. Solo así se alcanza la virtud”.

El auge de esta corriente filosófica no es casualidad. En un contexto de sobrecarga de información, crisis existenciales y ansiedad generalizada, cada vez más personas buscan refugio en ideas atemporales que ofrecen herramientas para afrontar la vida con mayor equilibrio.

El autor critica la manera en que algunas figuras públicas han tergiversado el estoicismo, convirtiéndolo en una simple estrategia de éxito o autoayuda. “Esa idea de que tienes que comprarte tu primer Lamborghini y conseguir tu primer millón por todos los medios nada tiene que ver con los estoicos”, aclara Freire, subrayando que esta corriente de pensamiento no persigue el éxito material, sino la excelencia moral y la fortaleza interior.

En este sentido, recalca la importancia de recuperar la filosofía como una práctica cotidiana y accesible. Para él, filosofar no debe limitarse al ámbito académico, sino que debe estar presente en la vida diaria: “Hay que filosofar en la barra del bar, en el mercado y por la calle”, afirma con convicción.

Más allá de las interpretaciones modernas, Freire insiste en que los textos clásicos siguen siendo una fuente inagotable de sabiduría. Las enseñanzas de Marco Aurelio, Séneca y Epicteto pueden aplicarse en cualquier época y circunstancia, ya que ofrecen herramientas prácticas para gestionar las emociones, cultivar la resiliencia y encontrar propósito en la vida.

El filósofo concluye con una idea clave: “Nuestra atención está en jaque”, y solo recuperándola podremos vivir de manera más auténtica y significativa. En un mundo donde la distracción es la norma, el estoicismo nos recuerda la importancia de la concentración, la reflexión y el dominio de uno mismo.

Fuente: www.clarin.com

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